La
eficacia de la estimulación precoz, ha sido investigada en los últimos años con
los programas de educación compensatoria.
A
lo largo de esta investigación surgió un problema importante, que no puede generalizar ni a
todos los niños ni a todas las situaciones. Se trata del criterio elegido para
medir la eficacia, que inicio midiendo diferencias en cocientes intelectuales
(CI).
El
CI no mide la globalidad de las capacidades (sociales, motoras, cognitivas).
Por lo tanto, los efectos a
largo plazo de la atención temprana no pueden ser sólo medidos por CI. Existen
muchas variables (personalidad, familia, ambiente que le rodea, etc...) que
deben tomarse en cuenta para cerciorarse que en un futuro sean individuos que
se puedan adentrar a la sociedad con la menor ayuda posible.
Existen
estudios longitudinales positivos. Sin embargo, a pesar de los resultados, son muchos los estudios que se han
intentado realizar y pocos los que han encontrado resultados concluyentes,
significativos y no contradictorios.
Hoy día, existe una
perspectiva más ecológica y transaccional, en la cual la familia y el ambiente
influyen totalmente en la educación del niño;
las investigaciones buscan medidas cualitativas y no cuantitativas.
Dichas medidas cualitativas son, fundamentalmente, la satisfacción de los
padres, la aceptación social y las impresiones clínicas.
Como
resultado, se entiende y define que la eficacia de la intervención temprana es
en la actualidad un problema más filosófico que experimental. Donde la
investigación es más profunda, tomando en cuenta variables y preguntas como: ¿qué
tipo de apoyo familiar y qué programas educativos funcionan mejor, para quién,
cómo, cuándo, dónde y durante cuánto tiempo?
De
ante mano se sabe que seguirán existiendo estudios que seguirán analizando
datos; mientras los padre de familia, los educadores, y otros profesionales
deben continuar con sus programas sin perder de vista una de las más
importantes medidas de eficacia, que es, la satisfacción de los padres.