domingo, 30 de agosto de 2015

El maestro de la escuela.





Ignacio M. Altamirano.

Un diputado liberal, emprendió un viaje hacia la ciudad de San Luis Potosí para tratar asuntos con el Gobierno de la República.
En el transcurso del camino hacia su destino final, paso por un estado en el cual se llevó una experiencia un tanto bochornosa, desagradable y llena de indignación con un cura y un maestro.
Esa experiencia es un claro ejemplo de la doble moral que tienen muchas personas, no solo hacia la sociedad si no también hacia Dios y a la religión.
Un cura que se daba la vida de un rey, gracias a las aportaciones que los pobres indígenas daban a la iglesia quedándose sin nada, sufriendo por la falta de educación. Existía en ese lugar un solo maestro que era tratado como la peor de las personas; jamás le pagaban con puntualidad, su familia apenas podía subsistir con lo poco que le pagaban al maestro, pero a pesar de todo esto, a él le preocupaba el bienestar de los niños. El maestro orgulloso de su profesión, de sus valores y su moral bien definida, dijo orgullosamente:
-¡Que triunfe la República, y la escuela popular eclipsará a la parroquia, el maestro eclipsará al cura!
El diputado ayudo a salir de aquel lugar al profesor para conseguir una mejor vida, para él y toda su familia.
La República ganó, pero nada mejoró, algunos gobernadores demócratas apoyaron la enseñanza popular. Otros ni si quiera recordaban a los pueblos infelices y desdichados. Pero hay otros que hacen transacciones con las ideas antiguas, los que tienen miedo a la escuela laica, los rebeldes a las leyes de Reforma, no quieren comprender que el Estado no tiene religión y ni debe tenerla.
En México, los profesores son buenos, con una amplia variedad de conocimientos, más sin embargo no reciben un sueldo digo.
Elevar al profesor, es evidentemente engrandecer a la escuela. Se reconoce que el magisterio de la enseñanza pública es de una importancia vital para el progreso de las naciones, exigir al maestro una suma de conocimientos digna de su misión, y dar atractivo a esta con el estímulo de grandes recompensas y honores, sería mucho mejor elevar el rango de las profesiones más ilustres.

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